lunes, 18 de mayo de 2009

Me alimento de ti

a Lourdes.

De cada pequeña célula que te arranco cuando me besas, del aire que respiro usado ya por ti, de tu calor escondido en cada pliegue de las sábanas, de tu perfume flotando en casa cuando marchas, del sonido de tu voz cada vez que pronuncias mi nombre.

Podrías llegar a pensar que vivo ahíto de ti, harto, sin hueco para un postre de ti, pero no temas, eso nunca pasará, me consume la ansia de desearte y no tenerte, la incertidumbre de tenerte y saberte libre, la ansiedad de escuchar tus llaves en la puerta cuando ya he devorado lo que quedaba de ti.

El hombre que mira.