martes, 24 de febrero de 2009

Pasatiempos

Armado con unos bocadillos de queso, mermelada y margarina, un zumo de pera-piña y mi bolígrafo, me dispongo a pasar mi odisea nocturna particular de ocho horas. Dos mil crucigramas, cuatrocientas sopas de letras y ochocientos veinte autodefinidos, son los monstruos y enemigos que acechan a la vuelta de cada hora, debajo de cada minuto u oculto tras cualquier segundo.

De repente, siento una punzada en mi cabeza producida por la visión de la terrible definición número trece punto tres horizontal, no es posible, me tiene acorralado, todo parecía ir bien hasta entonces, pero desde que apareció, mi cabeza no deja de dar vueltas. …idea, de repente lo veo todo tan claro y me digo – eres un hacha, como no se te ocurrió antes – y le asesto cuatro chorros de tinta, pero maldición, me doy cuenta que he cometido un error, cuando recibo otro gran golpe de un bicho que me persigue, me acosa, la equivocación y para colmo de mis males descubro que ninguno de los cuatro golpes que di se han acercado siquiera… Estoy muy mal. La ocho punto cuatro vertical no concuerda, estoy acabado, doy mis últimos latidos…

…pero entonces, malamente reanimado, surge una fuerza que implora y ruega a las todopoderosas diosas soluciones que me ayuden, y así lo hacen, me indican como vencer a los desalmados que han interrumpido mi camino, y lo hago, el error de pronto desaparece como rata apestada, como si oliera que me levanto mas fuerte que antes, pero la trece punto tres horizontal sigue ahí ignorando que mi boli la va a espachurrar para vergüenza de ella, ya que quedará expuesta a todo el mundo como un cuadro, entonces me abalanzo sobre ella y de un tirón queda marcada, la marca no es limpia pero se entiende y cumple perfectamente su función. Una vez más con la cabeza alta he salido de tan apurado trance… pero los peligros acechan…


El hombre que mira.

Mártir libertad

En esta soledad compartida con algo que me habla y a la cual no puedo responder, no sé responder, me siento lleno de ira, de odio, con ganas de empuñar la espada vengadora de la justicia y cegar las vidas de aquellos que han cegado antes sin motivos, sin razones, sólo la de practicar la violencia gratuita y desalmada… Y entonces una voz en el interior de mi pecho grita más que canta aquello tan hermoso de - … escucha hermano la canción de la … - ¿alegría? Sí, alegría porque es entonces cuando me doy cuenta realmente de que empuñando esa espada no haría más que convertirme en uno de ellos, me doy cuenta, de que no estoy solo, de que mis manos están vacías pero no mi corazón y no estoy solo y entonces vuelvo a escuchar esa canción otra vez pero esta vez no sale de mi interior, sino de la boca de millones de personas, que sin saber como ni cuando pero sí por qué me rodean. Me rodean porque ya se han cansado de ser tolerantes como yo, porque no son ni quieren ser violentos como yo, porque todos llevan lazos azules, ahora negros como yo, porque nadie tiene las manos rojas sino blancas como yo, porque desean paz como yo, porque quieren abrir el periódico cada mañana y leer la tan ansiada noticia como yo, porque ya están hartos de que un pequeño país sufra a consecuencia de unos cobardes sin razón. Porque todos hemos dicho NO a los violentos y SI a un mártir llamado libertad.


El hombre que mira.

Volar

para Lu.

Cuando miro allá en lo alto aquellas luces como luciérnagas atrapadas en el “entrecielo” siento que el ave que llevo dentro de mi quiere ser libre de nuevo, y quiere volar lejos y sentir el viento de las alturas en sus frágiles y delicadas plumas y soltar un grito de libertad abriéndose paso entre las oscuras nubes y en un claro mirar desde allá arriba a los diminutos seres que desempeñan su afán de sobrevivir a ras del terrenal mundo que antes la rodeaba y entonces como asustada seguir subiendo hasta encontrar en esas luces toda la verdad y las respuestas que de su pequeña cabecita surgen como el manantial que nunca se seca, pero es entonces cuando la escucho a ella y vuelvo a la tierra dejando que mi pájaro siga su rumbo y no encerrándolo dentro de mi pecho y cuando entro descubro que todas esas cuestiones tienen su respuesta junto a ella y que sin ella me encuentro perdido como esa ave asustada que huye de la verdad para refugiarse en una luz inalcanzable en una falsa luz. Tú eres mi única verdad.


El hombre que mira.