viernes, 23 de abril de 2010

PECADOS (el doble)

Lo que llamamos en otros pecado,
consideramos en nosotros como experiencia.
Ralph Waldo Emerson.
Filósofo, ensayista,
poeta y político. EE.UU.

(Gracias Tom)

     La verdad es que no lo entiendo, por más que lo pienso, no logro entenderlo.
     Se ha escrito mucho sobre el tema del doble, (William Wilson, Jekyll y Hyde...) y otros muchos, todos, tienen algo en común, siempre uno quiere que el otro muera y terminan consiguiéndolo de uno u otro modo. Es verdad que puede que me falten textos por leer (puede no, seguro) pero lo cierto es que lo que he leído hasta ahora, sobre el tema en cuestión, no es que acabe muy bien que digamos para alguno de los “elementos”. Bien es verdad que solo soy un tipo corriente, “teleco”, para más señas y que seguro me falte por leer la gran mayoría de textos que tratan “el doble” en alguno de los sentidos.
     Yo, tengo un doble, sí, ya se que pensarán algunos, que es mi hermano, o que no estoy muy bien de la cabeza, pero no, ni una cosa ni la otra.
     Todo empezó cuando conocí a mi otro “yo”. No era la primera vez que me confundían con él, siempre el mismo nombre, gente a la que yo no conocía, pero ellos si parecían conocerme a mí, hasta tal punto que incluso llegaron a pensar que les tomaba el pelo y se marchaban convencidos de tal cosa, por mas que perjuraba que se equivocaban.
     Hasta que al fin tome la decisión de encontrarlo, lo cual me dio mucho trabajo, pero lo di por bueno cuando le conocí. Al principio confieso que quedó estupefacto, y después de un café y algunas cervezas confesó (lo cual para una primera cita no esta nada mal) que también había pensado en encontrarme, pues le pasaba lo mismito que a mí y que ya estaba un poco harto de esas situaciones incómodas. En las siguientes tomamos confianza hasta el punto, que en alguna ocasión nos reíamos de algún desconocido a costa de nuestra identidad.
     Dos gotas de agua, gemelos sin serlo realmente. Llegó un momento que incluso yo dudaba de que no fuera hermano mío, pero no tengo a quien recurrir para salir de esa duda.
     Teniendo en cuenta que su situación social era muy parecida a la mía, joven, independiente, autónomo económicamente, sin familia, le planteé la cuestión de “aunar” nuestras vidas por decirlo de algún modo, y me sorprendió su respuesta.
     Antes de que me diera cuenta ya estaba alojado en mi nuevo piso, con mi nuevo “hermano” y ya haciendo planes sobre como le íbamos a sacar partido a esa situación.
     Lo primero, cada uno debía dejarse ver en el círculo de amistades del otro, para en ningún momento levantar sospechas. Nunca debían vernos juntos bajo ningún concepto. Otra de las cosas que hicimos fue insonorizar el piso, los vecinos no debían escuchar nada de lo que hablábamos. Al cabo de un par de años ya teníamos montados una serie de triquiñuelas, bien para reírnos, bien para sacar algún tipo de provecho material o personal. Sí, es verdad que es poco ético que una mujer crea que somos la misma persona, pero muchas de ellas nunca se quejaron, todo lo contrario, disfrutaban de dos estilos distintos, hasta tal punto que en alguna ocasión les dejábamos elegir, por teléfono (eso si) si querían que esa noche nos, (debería decir me) portara como un amante dulce o como un castigador. Incluso teníamos un tablón donde estaban todas nuestras actividades y lo que programábamos para el otro, e incluso las posibles eventualidades que pudieran surgir cuando comunicarnos era imposible. Nuestra sincronía era tal que en una ocasión un vecino, de estos que quiere enterarse de todo y que se toma ciertas confianzas, me preguntó que cómo era posible que pudiera pagar el alquiler de aquel piso solo con un sueldo, solucioné la situación alegando que tenia algún pequeño negocio a través de la Web (lo cual no era mentira y me dejaba cierto respiro en cuanto a los beneficios). Al terminar el día nos poníamos al corriente de lo que nos había pasado durante el día, de todo aquello que era susceptible de poner en peligro nuestro estatus. Todo fue bien durante algunos años.
     Es verdad que en ocasiones nos encontramos en situaciones comprometidas que ponían en peligro nuestra identidad ante los demás, con amenazas de destapar nuestro pequeño “negocio”, hasta tal punto, que nos enclaustrábamos algún que otro fin de semana planeando qué hacer. Siempre salía a la luz la misma solución, no podíamos ceder ante el chantaje o la amenaza de cualquiera que no comprendiera nuestra filosofía de vida. Al final dábamos con un plan genial del que salir airosos de aquellas situaciones y aunque yo no tengo el valor suficiente para acabar con la vida de alguien, “misteriosamente”, la persona tenía un accidente fatal. A veces las circunstancias de la muerte parecían un poco truculentas, pero, nada es perfecto.
     No entiendo que mal le puede parecer a la gente que llevemos esta vida, estoy (estamos) convencidos de que ya quisieran muchos de esos hipócritas disfrutar de nuestra situación, y en cuanto alguien nos descubre, el primer sentimiento que le asalta es la envidia… seguro.
     Como decía todo nos iba bien hasta que llegó Carla.
     Es uno de esos escasos ángeles que aparecen en tu vida como por arte de magia, ese alma gemela que uno nunca espera conocer, pero que esta ahí al lado y el destino hace que te tropieces con ella.
     He cometido el error de hablarle de ella a mi otro yo. Para mí, ella es la que podría ser la madre de mis hijos, la persona con la que no me importaría pasar el resto de mi vida, ya saben, una casa, familia, hijos, nietos y con el paso de los años morir a su lado plácidamente. Para él no. Para él no es más que otra del montón, otro huésped más al que parasitar y del cual está decidido a robar todo.
     No puedo permitirlo. Hoy es domingo. He pasado enclaustrado todo el fin de semana. Él piensa que estoy con alguna de nuestras… cándidas amigas.
     Ya lo tengo todo bien planeado, todo sucederá el próximo fin de semana. Usaré como excusa que nuestra candida amiga sospecha algo y lo convocaré para hilar la solución estándar. Tengo todo el fin de semana para deshacerme del cuerpo, los vecinos incluso, no sospecharan nada. Una nota a su trabajo por correo ordinario será suficiente. Tendré que cambiar de trabajo, de casa, nadie nos vincula, esta todo listo.
     Solo me falta un pequeño detalle…

El hombre que mira.