domingo, 31 de enero de 2016

Hasta pronto

Me muero.
No hacemos más que morir el mismo día que nacemos, comenzamos a morir un poco cada día, esto no es ningún descubrimiento.
Yo me muero un poco más que el resto, los dedos que le dan cuerda a mi reloj lo van adelantando unos segundos cada minuto, probablemente mi reloj no anda bien. A alguna de sus ruedas debe faltarle algún diente y quizás eso haga que cada minuto pierda algunos segundos, que con cada giro del segundero evite parar en el veinticinco, o quizás en el cuarenta, o tal vez en el siete.
Me muero un poco más aprisa que los demás y algo más lento que unos pocos.
Al fin y al cabo ¿El fin de la vida no es la muerte?
Pero no, eso no me preocupa.
No me preocupa dejar este mundo hace dos horas, dentro de cuatro, hace dieciséis meses o dentro de veinte años... Para eso estoy preparado. Nada me ata y no ansío que llegue el momento. Supongo que se puede decir que estoy en paz conmigo mismo.
Me gusta pensar que los demás también estarán en paz conmigo, que tendrán la certeza, cuando llegue el momento, que he tenido una vida que ha merecido la pena vivir, y que he vivido sintiéndola cada minuto, respirando cada segundo, latiendo cada ocasión.
Que entendieran que, como ser humano, tuve oscuridades, demonios e infiernos particulares, pero también, que en cada momento, jamás perdí la cordura de saber encontrar una luz, un camino de vuelta del más oscuro de los abismos.
Que supieran que nunca estuve solo, algunas veces me acompañaron algunos de los que dejé atrás, y en otras, (las que menos), algunos de los demonios que fui arrastrando a lo largo de mi vida.
Que no llorarán por haberme perdido, porque en algún momento, nos volveremos a encontrar de nuevo, con otro nombre, otro cuerpo, pero en el preciso instante en el que nuestras miradas se crucen lo sabremos.
A aquellos que lastimé, que sepan perdonar, pues nunca fui ni más ni menos que, como ellos, una persona, con virtudes y defectos, con aciertos y errores, algunos de los cuales supe reconocer aunque no todos supiera enmendar.
A los que me lastimaron a mi, que no se preocupen, no les guardo rencor y decirles que no existe el purgatorio donde nos espera alguien para pedirnos cuentas de algo que hicimos o dejamos de hacer... y mucho menos un infierno que temer. Todos y cada uno de nosotros ha pasado ya por esos infiernos en vida y después de ella no nos espera nada de eso.
Tomen esto como quieran, una despedida, una reflexión, o una divagación de un viejo que sin serlo tanto, dice cosas que mucha gente no entiende ni comprende… Ya comprenderán.
El hombre que mira.

2 comentarios:

  1. Joder! Existencialismo puro.
    Y duro. Me gusta.
    Eres mi Jean Paul Sartre particular... cuando hablas de que el infierno no existe y que el infierno lo pasamos en vida me recuerdas la obra "Huis Clos" (tuve la suerte de representarla varias veces).
    Me gusta tu "regreso" a "El Interior de la Pluma". Espero que no se quede en esporádico.
    Repito: me gustó.

    ResponderEliminar
  2. Gracias Gonzalo.... es bueno saber que le siguen leyendo a uno. ;)

    ResponderEliminar

...pasa y comenta... estas en tu casa.