No soporto que me taladren la cabeza.
La vecina de abajo está sola en el mundo y a veces (después del trabajo) le hago alguna que otra “ñapa”. ¿Y como me lo paga? Taladrándome la cabeza con un Black & Dicker, herencia de su marido lo más seguro, del año Maricastaña y una broca del calibre ochenta. Debo entender que está tan agradecida que no quiere hacerme mucho daño y antes de la trepanación, como es mayor y no tiene buen pulso, me deja la cabeza hecha un mapa.
Los fines de semana voy a ver a mi abuela, desde que mi abuelo nos dejó, la pobre no tiene mucha gente con la que charlar y siempre me gusta ir y escuchar sus historias y sus quejas acerca de cómo le ha tratado la vida. Reconozco que a veces puedo sacar alguna idea para mi trabajo de publicista.
Mi abuela tiene estilo, usa una Makuta con percutor, debe ser porque siempre me ha dicho que tengo la cabeza muy dura. Lo que no llego a entender es por qué usa una broca para madera soft. Debe ser que ella conoce el lado más blando de mi cabeza.
Mi jefe, en cambio, es muy sofisticado, tan ingeniero y tan técnico él. Es un tipo que cuando te llama al despacho y te dice toma asiento, sabes que vas a necesitar más pelo para tapar otro agujero. Para él es todo un ritual, primero me inmoviliza fuertemente, para ello usa un café o alguna de sus infusiones. ¿O debería decir confusiones? Lo cierto es que, si aceptas, te pega a la silla inevitablemente. Una vez conseguida la inmovilización, usa un Smoth & Niphew, sí, como lo oyen, no puede ser de otra forma, un taladro quirúrgico, tecnología punta al servicio de la trepanación. Supongo que de esa forma se libera tensión craneal y por lo tanto la creatividad y las ideas fluyen como un manantial de agua fresca. Estoy convencido de que lo hace por mi bien y por el de la empresa.
Y qué decir de Marta. Marta es la típica amiga que lo coge a uno como pañuelo de lágrimas, que si Mario esto, que si Mario lo otro, que si lo hemos vuelto a dejar, que si hemos vuelto pero no sé yo, que si la víbora de mi compañera le está echando el ojo a Mario, etc. Definitivamente ella usa un Kivo de contra-ángulo, el mejor amigo de los dentistas. De todos, éste es el más molesto. Cuando empieza a funcionar, emite ese zumbido que te dura hasta tres horas después de que te has despedido de ella. Eso sí, de los agujeros ni me entero, son tantos años ya, que lo que ella me haga no me afecta, aunque el sonido sí que jode, además me consta que ella me quiere mucho y no lo hace con mala intención.
Una consecuencia de tanto agujero es que se me olvidan cosas, fechas, nombres, lugares, la ultima conversación. Me parece un poco egoísta por parte de ellos pretender que me acuerde de todo, pero con tanto agujero no puedo retener ni una sola idea o recuerdo, por no retener, ni siquiera retengo masa gris. Solo ahora entiendo a mi ex cuando decía que era un cabeza hueca.
Una cosa sí que tengo clara, no puedo quejarme, todos me quieren mucho, ya que el denominador común es que intentan hacerme el menor daño posible.
El hombre que mira.